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La trasversalità di One Billion Rising: una occasione sprecata?

Silvia, dalla nostra mailing list:

A parte condividere pienamente le riflessioni a riguardo apparse su “Al di là del buco” mi sono domandata come questo flash mob abbia potuto tenere insieme persone di visioni politiche tanto lontane ed inconciliabili, da SNOQ a compagne e compagni che da sempre lavorano sull’antisessismo senza orpelli moralistici. E me lo sono domandata insieme al perché, d’istinto, io non abbia voluto partecipare (a parte il fatto che l’influenza mi comunque ha bloccata a casa).

Fin dal video promozionale e dalle pubblicizzazioni da parte dei vari soggetti aderenti, mi ha colpito la *genericità* della rivendicazione – generica, appunto; non *grande*, non declinata attentamente in una varietà di casi. Bella l’idea del ballo, della liberazione e dell’autodeterminazione dei corpi in un’attività gioiosa; ma l’idea di “violenza sulle donne”? La mia sensazione è stata che le adesioni trasversali siano piovute automaticamente, rispondendo meccanicamente ad un tema in voga, senza ragionare su quel tema.

Sotto tutta questa trasversalità (considerata un grande traguardo politico per la rivendicazione), infatti, non c’è un’idea condivisa né di cosa sia la violenza né di chi siano le donne. Facile dire: lo stupro è violenza; ma quanti riconoscono, invece, che la riforma Fornero è violenza? Quanti riconoscono una lavoratrice del sesso come donna, portatrice di dignità e diritti come qualunque altra persona?

Mi si dirà che non è la prima volta, e non è strano, che si partecipi con idee diverse ad una stessa manifestazione. Be’, se non è nuovo e non è strano, è preoccupante: è preoccupante che si ritenga una vittoria politica prima la trasversalità che l’incisività culturale. A che serve aver fatto una danza trasversale ed essere finiti sui telegiornali, senza aver ragionato seriamente dell’identità della donna e delle molte forme di violenza che subisce?

Possibile che nessun partecipante sia stato inquietato dal fatto che coesistano serenamente posizioni tanto diverse sul tema? Insomma, personalmente sono rimasta un po’ amareggiata, schiacciata dalla rilevanza mediatica che questa cosa di dubbia funzione ha avuto – il pubblico a casa ha visto un ballo come fosse stato un carnevale, e tutto sommato non c’è da stupirsene. Un’occasione sprecata…?

Gilda aggiunge:

Non mi pare per niente strano che tu non sia andata. Anch’io non sono andata. Tutte a guardarmi strano. Proprio te, sempre stata femminista non vai? Siamo qui da anni che si parla di violenza sulle donne e poi quando ti cominciano ad ascoltare e c’è una risposta un pò più di massa te ne stai a casa? Ma è una roba in contemporanea mondiale!
Mi potrei sentire quella che non gli va mai bene niente, quella che deve stare sempre contro, un pò aristocratica e sempre al margine.

Ma il fatto è che, come dici, la mia/la nostra riflessione su cosa sia la violenza di genere c’è stata ed è stata profonda e radicale, coinvolge tutti i livelli: classe, razza, genere, ecc., comporta una visione complessa della realtà. Niente a che vedere con questo mantra sulle povere donne vittime di violenza che non mette in discussione niente delle culture/politiche/sistemieconomici/religioni che stanno a monte di questa violenza, che ogni giorno la giustificano e la alimentano. Con le chiamate alle armi generiche e di facile effetto è facile radunare le folle. Sono proprio queste folle che mi fanno parecchia paura, ho paura quando si semplifica e si perde la visione complessa delle cose. Sento puzza di fascismi. Sbaglio?

Posted in Comunicazione, Corpi, Fem/Activism, Iniziative, Omicidi sociali, Pensatoio, R-esistenze.

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4 Responses

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  1. Angelina Marín says

    Lamentando mi falta de italiano como para escribir estas reflexiones, quiero decir que:

    Leo y releo algunos comentarios que desde ciertos sectores feministas, y no me puede parecer más que arrogancia el pretender que la participación en One Billion Rising no haya sido razonada y como feminista no deja de asombrarme que se utilice el lenguaje de la “razón” para criticar la manifestación. Es como estar leyendo a Russeau hablando del carácter irracional e irreflexivo de las mujeres; es como escuchar a los machos blancos y burgueses herederos de la ilustración respecto del cómo se hace o no política, del cómo se debate, cuándo, en qué lenguaje, del cómo si no hay un único discurso no se puede hacer política, recalco UNO SOLO, único, universal, hegemónico, en fin totalitario.

    ¿Quién dice que no se ha razonado seriamente? ¿Quién tiene la autoridad para decir algo como eso? Sólo la arrogancia de quién pretende tener razón, la arrogancia igualmente patriarcal que sólo permite diálogo entre iguales, la arrogancia de quién pretende que las “otras” no iguales vivimos y actuamos desde una falsa conciencia e irreflexión.

    Que sí, que había muchos sectores diversos, algunos muy lejanos políticamente, es cierto. Pero, ¿eso quiere decir que quienes asistimos no habíamos reflexionado? ¿Que respondimos el tema de la violencia de género y la violencia contra las mujeres y las niñas está de moda?

    Mi propia experiencia personal con la violencia, mi posicionamiento mujer, lesbiana, feminista, las experiencias que he compartido con mujeres, lesbianas y trans, me llevan a preguntarme cómo puede ser que alguien afirme que la violencia contra las mujeres y las niñas sea un tema de moda, que la violencia de género está de moda…

    Probablemente, espero, se trata de decir que el ejercicio de la violencia está de moda, porque la verdad es que lo que he visto tanto en mi país, como en España y en Italia, es que la lucha por la erradicación de la violencia de género está muy lejos de estar de moda… Sobre todo acá en Italia donde el acoso sexual lo siento hasta más fuerte que en Chile… y eso es mucho decir.

    Cierto es que no conozco de qué se trata la reforma Fornero, debido fundamentalmente al poco tiempo que llevo en Italia, pero desde lo personal y lo colectivo, desde el estar, desde el compartir, desde el cuerpo digo que no es fácil decir violación y violencia. No, no es fácil, y siento aún en mi hombro las silenciosas lágrimas de una de una de las que allí bailaba.

    Bailar, y qué pasa si quiero bailar? Y qué pasa si queremos bailar? Durante 3 años desarrollé junto a mi madre un taller de tango entre mujeres, con perspectiva feminista (No me detendré en los motivos del porqué era sólo entre mujeres, para entenderlo hay que hacer una visita a la estrategia feminista de los grupos de autociencia). En dicho taller, fuimos deconstruyendo, en conjunto, los contenidos, las formas y dinámicas patriarcales de dicha danza, pero más allá de eso compartimos, creamos, hicimos complicidad, realizamos acciones de calle, intervenimos bailando políticamente entre nosotras en las milongas (espacios donde se baila tango, siempre heteropatriarcal). Sí, muchas veces lo hicimos, sin siquiera leer un manifiesto, sin pancartas, sólo nosotras, bailando.

    Porque bailar no se trata sólo del cuerpo y de re- apropiarse de él, bailar implica también reflexividad y auto reflexividad, bailar es un ejercicio de conciencia y autoconciencia, bailar es una manera de “encarnar” la noción de autonomía y libertad, y, en consecuencia también una manera que nos permite estar aún más alertas a su trasgresión. No en vano los fascismos han tenido entre sus grandes tareas de promoción ideológica la “canonización” y “folklorización estetizada” del baile. Pero el baile subsiste, como subsistió la cueca chilena al fascismo de Pinochet. Y subsistió en los bajos fondos, en los prostíbulos, en los clandestinos. Subsiste, resiste y se reinventa.

    Sí, bailo como barriobajera, bailo como puta y lo aprendí de mi madre.

    Si el público desde sus casas sintió que aquella manifestación era un carnaval, pues quiero decir que entendió muy bien, porque efectivamente el posicionamiento político era el de la desafiante y valiente alegría, porque el posicionamiento era precisamente todo lo contrario a la victimización.

    Que si los medios lo cubrieron de tal o cual manera…. ufff… ya el tema de los medios lo conocemos. Yo ni me fiaría de ellos ni los tendría como referencia. Que si ciertos sectores instrumentalizaron la iniciativa, tampoco me sorprende, ufff… que ya no soy una cría y ya he estado en varias y no por eso me van a sacar de las calles, porque son nuestras. Me gusta practicar la feminista sospecha.

    Sin embargo me fío de aquellas a las que encontré y conocí. Me fío de aquellas que por primera vez en su vida salían a la calle a manifestarse venciendo el miedo al ridículo. Me fio de las que llegamos solas, venciendo las barreras de la timidez y el idioma. Me fio de las que y quedaron haciéndose preguntas. Me fio de las personas que bailan libremente porque en cada paso enfrentan sus temores y desafían sus límites. Me fío sobre todo de las que fueron a la manifestación y no estuvieron 100% de acuerdo, porque su posicionamiento político es la sospecha, me fío de ellas porque también sospecho. Y también de sospecho de mi misma, no vaya a ser que un día me crea que soy la más radical, o como decimos allá en Chile, se me suban los humos a la cabeza y me crea “la última chupá del mate”… momento en el que sin duda me habré ahogado definitivamente en las aguas del heteropatriarcado.

    Que si las prostitutas no estaban… lamentablemente no lo sé, aún no conozco en profundidad la realidad de Bolonia. Lo que sí sé es que el trabajo sexual es un trabajo y que requiere ser reconocido como tal. Qué ingenuo sería pensar que la decisión de una persona de trabajar en la industria del sexo (lo digo pa’ que también veamos más allá de la prostitución) es una decisión nacida de una falsa conciencia de la opresión, como dicen algunas por ahí. Las compañeras del Sindicato de Trabajadoras Sexuales Trans “Amanda Jofré” mucho me han enseñado al respecto. También mucho me enseñaron sobre cómo muchos sectores instrumentalizan y hablan en nombre de la realidad trans o, para parecer más inclusivos o para parecer más radicales, o bien otros que instrumentalizan retóricamente la prostitución, condenándola o defendiéndola, con objetivos similares.

    Ahora bien, más allá de lo anterior podemos converger en nuestro rechazo al tráfico, la esclavitud y toda forma de explotación. Quizás me falla mi comprensión de la lengua italiana, pero me pareció que la lectura del manifiesto iba en esa línea. Puedo equivocarme.

    Claro está, que como chilena con poco más de cuatro meses en Bolonia no llego a identificar todos los rostros o sectores políticos que participaron en la manifestación y no dudo que habría muchos a los que yo criticaría en sus posicionamientos y prácticas. Cierto y digo, como chilena, como extranjera extracomunitaria con el permiso a una semana de vencer. Porque estamos hablando de interseccionalidad también, estamos hablando de clase, de raza, de etnia, de edad, de color de pasaporte, de género, etc. Cierto y quizás desde ahí se me podría acusar de haber participado de forma “ignorante” en el One billion rising, pero supongo, espero, que la reflexión feminista (mucho más allá de la razón) sea mucho más amplia y menos “yo-sí-que-soy-la-peor-de-todas-e-informada-italo-centrista”.

    Angelina Marín Rojas

  2. Mara D. says

    E invece io ci sono stata e mi è piaciuto. Con tutti i limiti di una cosa così diffusa e quindi “necessariamente” non approfondita, sicuro, ma il mio innato ottimismo mi fa credere che, forse, a qualcun* qualcosa in testa ‘sto evento gliel’ha acceso.
    Dove stavo io vedevo molte ragazze giovani, alcune erano nel gruppo “organizzativo” e hanno letto degli interventi (che purtroppo mi sono persa per metà). Quanto ho sentito non era condivisibile, per me, al 100%, ma l’ho considerato come un inizio del percorso e del discorso sulla violenza maschile.
    Perciò non ci vedo tutta questa cupezza, ecco.
    E lo rifarei.

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